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Para qué lo vamos a negar, a mí las comedias llamadas románticas me producen poco menos que urticaria. Salvo las memorables cintas pertenecientes a ése (tan a menudo olvidado) cine clásico y alguna que otra rara excepción en nuestro cine actual, suelo pasar de puntillas por un género que se empeña en reproducir (una y otra vez) una serie de repetitivos tics que convierten a cada “comedia romántica del año” en más de lo mismo.
Por suerte me tomé la molestia en leer algo sobre “(500) Días juntos” (2009) y decidí darle una oportunidad. Y menos mal que lo hice porque me encontré con una tan excelente comedia romántica que casi no lo parece.
El protagonista es Tom Hansen, un joven soltero que iba para arquitecto y que ha terminado en una empresa que se dedica a la confección de postales. Su vida es de lo más normal y aburrida hasta que se cruza en su camino Summer Finn, la nueva ayudante del director. Como no podía ser de otra manera, Tom se siente inmediatamente atraído por ella y, a partir de ese momento, asistiremos, durante 500 días, al nacimiento, desarrollo y muerte de una historia de amor.
Sí, ya sé que esta breve sinopsis no parece alejarse mucho de esas comedias románticas que he denostado al principio de este post, pero es que el debutante Marc Webb (director de videoclips) se saca de la manga una película tremendamente distinta comparándola con otras del mismo género porque, en el fondo, “(500) Días juntos” no es una historia de amor como una voz en off se encarga de afirmar en el inicio de la película.
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Para empezar la historia se nos narra a través de continuos saltos en el tiempo y vemos desfilar delante de nuestros ojos qué ocurrió, por ejemplo, en el día 290 para luego pasar al 45 o más tarde al 402. Este recurso se introduce a través de un grabado que no sólo nos indica cuál es el día en que nos encontramos, sino que un árbol que aparece dibujado nos informa de la estación en la que nos encontramos.
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La creíble relación amorosa que se establece entre Tom y Summer (atención al significado del nombre) destila verdad por todos lados y la química que se establece entre los protagonistas es capaz de traspasar la pantalla. Este último logro hay que agradecérselo a Joseph Gordon-Lewitt y Zooey Deschanel de los que hablaré un poco más tarde.
El sólido, contundente y honesto guión firmado por Scott Neustadter y Michael H. Weber (saludos para Jenny Beckman…) nos permite conocer tan a fondo al personaje de Tom que es casi imposible no sentir empatía hacia él. De hecho uno o una puede identificarse plenamente con todos los sentimientos que le zarandean: desde el enamoramiento y la pasión inicial (impagable ese marciano número musical en el parque) a la amargura que sigue a una ruptura no deseada. En este sentido el críptico personaje de Summer (complejo, egoísta y cobarde) no sólo tiene completamente desconcertado a Tom, sino que nosotros también somos partícipes de ese sentimiento, puesto que protagonista y espectador manejan la misma información.
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Existen, después, toda una serie de aderezos que ayudan a potenciar la enorme fuerza que esta película posee: la utilización (en momentos puntuales) del blanco y negro, una magnífica BSO que incluye temas de The Smiths, los grandísimos Pixies, Carla Bruni o Hall & Oates o las referencias a Ingmar Bergman (fantástica la secuencia en el cine) o a “El graduado”, por ejemplo.
No quisiera dejarme en el tintero algunos recursos formales de los que echa mano Webb de manera acertadísima. Pienso en estos momentos en esa lograda secuencia en la que la pantalla se divide en dos: en un lado vemos las expectativas de Tom en uno de sus reencuentros con Summer y en la otra qué es lo que ocurre realmente. Interesante forma de plasmar lo que a todos nos ha pasado en algún u otro instante.
Y ahora sí, justo es alabar las excelentes actuaciones de Joseph Gordon-Lewitt (que compone un personaje al que es imposible resistirse por su fragilidad) y de Zooey Deschanel que acaba de borrar de un plumazo el mal sabor de boca que me dejó en “El incidente” (2008). Junto a ellos Geoffrey Arend y Matthew Gray Gubler (el Spencer de la serie televisiva “Mentes criminales”) que interpretan a McKenzie y Paul respectivamente, los amigos de Tom que, en algún momento, me sobraron. Finalmente destacar el buen hacer de la jovencísima Chloe Moretz que da vida a Rachel, la hermana pequeña de Tom al que da consejos sobre su delicada situación emocional.
Con más de 30 millones de dólares recaudados en EEUU, “(500) Días juntos” es un relato que destila verdad, es una historia sin artificios, una historia inteligente.
Para ver la ficha de la película, pincha aquí.
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